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La fórmula perfecta para una crianza desastrosa II: Relación padres e hijos

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Hoy sigo compartiendo contigo algunas reflexiones acerca de las actitudes, circunstancias y hábitos que se hacen presentes en algunos padres y que de ninguna manera ayuda a la crianza saludable de su hijos.

He dividido estos criterios en tres grupos, el primer grupo son los vinculados a la relación consigo mismos que los padres favorecen o no en los niños. El tercer grupo es la Relación con el mundo. Hoy hablaremos del segundo grupo: la relación con los padres.

El reto de ser padres

Para nadie es un secreto que la crianza de los hijos es uno de los mayores retos que asume una persona. No hay manual, no hay curso previo, incluso cada hijo constituye un nuevo reto. Y es precisamente por el nivel de complejidad y de responsabilidad de la decisión de criar a sus hijos que muchos padres se sienten sometidos a gran tensión.

Los hijos también aportan una gran sensación de satisfacción y plenitud que, como dicen muchas personas en consulta que son padres, compensa el enorme esfuerzo, dedicación e incluso sacrificio que implica serlo.

Y porque siempre tienes oportunidades para hacer lo que haces de manera diferente es que comparto contigo estas reflexiones. Repito lo que dije en la entrada La fórmula perfecta para una crianza desastrosa I, sea como sea, los padres en las circunstancias que tienen que vivir hacen lo mejor que pueden, con lo que tienen y con lo que saben.

Fórmula 2: Relación de los padres con sus hijos

La manera como construyes tu relación con tus hijos es determinante para ellos, dado que la que tiene contigo, con sus padres,  es su primera y más importante relación. A partir de esa primera relación lo que hace es replicar el tipo de relación, de vínculo, que tiene contigo con el resto de mundo.  

Si te interesa leer más al respecto te invito a leer las entradas  Sabes por qué amas como lo haces y Todo sobre el apego adulto.

Ocúpate siempre tú, su padre no sabe cómo hacerlo.

No darle espacio a su padre para que pueda cultivar una relación cercana con sus hijos es una deuda que tendrás siempre con tu hijo. Permite que su padre disfrute, esté presente. Si le pides hacer algo después no le des un sermón por no hacerlo como a ti te gusta o como tu lo haces, él tendrá su propia manera de hacerlo.  Lo que sucede con frecuencia es que los padres se desconectan emocionalmente de sus hijos y se dedican básicamente a proveerles. De esta manera se deja de lado la presencia emocional que es fundamental.

Sé un padre/madre ausente

En la línea del anterior, cada vez es más frecuente que los niños tengan padres ausentes. Y no se trata de ausencia física. Son padres que pueden estar en casa pero siempre ocupados, trabajando, con prisa, cansados, agobiados por sus problemas, pegados al móvil o al ordenador. Madres que siempre tienen que estar limpiando, que recogen la casa mientras dan pecho a sus bebés o padres que hablan por teléfono o ven la tele mientras «juegan» con sus hijos, etc.

Adicional a lo anterior, los pocos momentos que estás en contacto con tus hijos son para exigirle que haga lo que tu quieres: hay que bañarse, hay que cenar, hay que hacer deberes, hay que recoger los juguetes, hay que vestirse, hay que hacer tal o cual cosa. Y en estas ocasiones es cuando ellos te dejan ver su enfado y aparecen las pataletas, el llanto, el ya voy, primero juguemos a.., etc.

Conecta con las necesidades de tu hijo, con sus miedos, con sus ritmos, con sus descubrimientos, conversa con él, cuéntale como va tu día, lo que te salió bien, a quién te dió alegría ver.  Enséñale a que establezca contacto con el mundo al hacerlo tú con él.

Pídele que sea o haga lo que tú no has podido

Nunca más te sentirás frustrado, tienes un hijo para que haga todo lo que tu no pudiste ser o hacer. Suena terrible, verdad? Sin embargo con frecuencia veo hijos (de todas las edades) frustrados por no poder ser ellos mismos, lo sienten como una traición a sus padres.  Escucho frases como: juego a X porque es a papá a quien le gusta. Estudié X porque a mamá le hace mucha ilusión, siempre quiso hacerlo pero sus padres no se lo podían pagar. Y tú estás convencido de que tu hijo está ahí por su voluntad. Está por lealtad y de paso aprende a no seguir sus propios deseos sino los que hacen feliz a los demás.

No lo escuches, no sabe lo que quiere ni lo que necesita.

Escuchar a tu hijo no significa necesariamente darle la razón ni hacer lo que desea. Escucharlo hace que él mismo aprenda a valorar su opinión y la de los demás. Cuando se siente escuchado se da cuenta de su propia importancia. Aprende a valorar sus propias emociones, sensaciones y pensamientos porque reconoce que son valiosas para los otros, esos otros significativos que son sus padres.

En la siguiente y última entrada de esta serie comparto contigo algunas reflexiones en relación a los aprendizajes que  tienen los niños respecto a su relación con el mundo que cuando adultos les pasa una factura con un alto costo emocional.

Gracias por compartirnos tus propias experiencias.

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