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La fórmula perfecta para una crianza desastrosa I

La relación consigo mismo

 

Lo sé, la vida no funciona a partir de fórmulas, por eso vale la pena ser vivida.  Aún así, después de escuchar durante años a hombres y mujeres adultos hablar de las vivencias de su infancia que no les ayuda a tener vidas satisfactorias puedo identificar algunas variables.

Sea como sea, en la gran mayoría de los casos los padres en las circunstancias que tienen que vivir hacen lo mejor que pueden, con lo que tienen y con lo que saben. En las entradas La fórmula perfecta para una crianza desastroza I, II y III te comparto algunas de esas condiciones o variables que con mayor frecuencia he encontrado en el día a día al intervenir en personas adultas y que puedo validar al encontrarlas en la crianza actual de niños y adolescentes.

 

I, II y III

En esta serie de 3 entradas compartiré contigo tres grupos de componentes de esta fórmula para que la crianza de tus hijos sea una gran experiencia o un doloroso recuerdo para ellos. Si no tienes hijos podrás identificar cuáles de éstos componentes han estado presentes en tu crianza y desde allí podrás partir en la transformación de las consecuencias que en el día de hoy tienen en tu vida.

Los tres grupos de componentes que analizaremos será aquellas tendencias,  hábitos o vivencias que experimentan los niños en relación consigo mismos, el segundo grupo es en relación con los padres y por último en relación con el mundo.

 

Fórmula I: En la relación consigo mismos

En relación a la construcción de su sentido personal, de su autonomía, de la imagen que tienen de sí mismos y de la confianza que desarrollan puedes observar:

 

Ausencia total de la necesidad de luchar:

No se trata de frustrar a tus hijos. Los niños jamás aprenden a realizar tareas a través de la frustración. Hay una delgada línea entre lucha y frustración. El bebé lucha por encajar la caja más pequeña en la más grande hasta que es capaz de conseguirlo, sin embargo si el reto es mayor a sus posibilidades se frustra y llora.

Los niños necesitan experiencias de dominio o maestría. Dominio significa conquistar una actividad con maestría (hablar, gatear, caminar) hasta llegar a vivir una vida con maestría. Lograr maestría sobre cualquier actividad conlleva innumerables pasos cognitivo-neurológicos, ensayo error, hasta tener control sobre ella.  Si tu hijo empieza a caminar y se cae una y otra vez que le dices: déjalo, no es para tí, no estás preparado, eso no se te da bien, mejor sigue gateando?  No, lo habitual es que le animes y le permitas ir a su ritmo. Sin embargo a medida que van creciendo y desean asumir otros retos se encuentran con el temor de los padres y con la falta de tiempo y paciencia necesarias para acompañarlos en el dominio de otras habilidades.

 

 

Ausencia de esfuerzo y reconocimiento personal:

Lo que más me duele es que mi madre/padre nunca me dijo que hice algo bien, siempre decía: es lo que tienes que hacer” son expresiones frecuentes de adultos dañados emocionalmente. Muchas de las acciones que llevan a cabo los niños buscan el reconocimiento de sus padres. No se trata de decirles todo el día muy bien, que listo, que guapo, eres el mejor, porque tampoco es cierto, ni es el más listo, ni es el más guapo, ni el mejor del mundo y ellos lo saben de sobra.  Para ver el daño que hace el constante “Muy bien” puedes leer este artículo Por qué Dejar de Decir “¡Muy Bien!”

Lo que sí es esencial es reconocer su esfuerzo:mira cuánto te costó y al final lo has conseguido. Veo que cada día haces mejor tu cama. Que difícil estaba este examen y al final lo has aprobado”. Ese tipo de expresiones refuerza en los niños su sentido de confianza, capacidad y los evoca al esfuerzo y la superación permanente.

 

Anular la posibilidad de que se sienta  merecedor:

Los niños en casa tienen tanto deberes como derechos. Es necesario que se sientan merecedores de respeto, consideración, cuidados, reconocimiento. No se trata de darles regalos o premios, ni decirle que sí a todo lo que pide.  Es esencial la coherencia en los padres, no puede haber diferencias entre hijos, permitirle cosas a unos y a otros no de manera arbitraria. Si hay diferencias o derechos diferenciados tienen que ser claras las causas.

Los niños son egocéntricos, esto significa que ellos consideran que todo lo que sucede en su mundo es su responsabilidad, es por su culpa. He escuchado a una persona llorar amargamente porque pequeño creyó que su abuelo había muerto por el ruido que hacía al jugar. Sí, así piensan los niños.   Si ven que no tienen los mismos derechos, que no son tratados igual, que no son privilegiados en algún aspecto como sí lo son sus hermanos y si no conocen las causas su conclusión es que no son lo suficientemente buenos, y esa es una carga que los acompaña toda la vida, carga difícil de llevar y de soltar.

 

La fórmula perfecta para una crianza desastrosa I

 

Resalta el error como un fracaso:

No lo protejas del error, permite que falle, que se equivoque, que no consiga lo que desea. Sí aprende sólo a ganar con 30 años no sabrá qué hacer ante un fracaso. Se hundirá. Enséñale a revisar sus acciones y ver qué lo llevó a fallar y a que pueda corregir o mejorar a partir de ese error.

Deja de premiar el estrés que genera el reto: tienes que ser el mejor, lo tienes que conseguir, no espero menos de tí, los de esta familia siempre hemos ganado. Esta es una carga muy pesada para un cuerpo pequeñito. Refuerza la satisfacción del esfuerzo, independiente de los resultados. Lo valioso no son las medallas o las notas que obtiene, sino los hábitos y la disciplina que se van afianzando a medida que desarrolla esas actividades. Esa será su mejor estrategia para enfrentarse a un mundo competitivo. Quién tiene mejores hábitos y mayor disciplina suele tener más probabilidades de éxito.

Gracias por compartirnos tus propias experiencias.

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